17 de gener 2014

¿Y si dejamos de avergonzarnos de nuestra profesión?

 


Ya no sé cuántas veces he oído el debate sobre la denominación de nuestra profesión. Me diplomé un ya lejano 2002, y ha llovido mucho. He vivido mucho profesionalmente hablando... y desgraciadamente, nunca me ha abandonado el debate constante sobre cómo nos llamamos, qué somos, qué hacemos, etc... Estos días, otra vez. Y yo que sólo quiero trabajar, ¡de verdad!

Personalmente, sé quién soy, sé qué soy y sé qué puedo hacer. Y desde hace tiempo que he decidido decir, siempre, que ante todo, soy bibliotecario, un bibliotecario que sabe hacer muchas otras cosas. Pero soy bibliotecario. Lo tengo claro. Y no tengo vergüenza de decirlo bien claro. ¿Es siempre así para nuestro colectivo? Tengo la sensación de que muchos colegas de profesión sienten vergüenza por lo que son, e intentan esconderse no sé muy bien por qué oscuro motivo. Con esta actitud victimista no me extraña que hayamos perdido todo lo que hemos perdido durante años. Esta búsqueda constante por encontrar nuevos nombres evidencia claramente una extremada fragilidad que se ha intentao llenar con humo. Y es que para vendernos y obtener un verdadero reconocimiento social que nunca llegaba, nos hemos ido inventando denominaciones parciales, muchas veces vacías, de lo que hacíamos o queríamos hacer. Y es que es muy cansado y agotador intentar buscar permanentemente el golpecito en la espalda, ¿no?

Y es que mientras hemos intentado vender humo en cajitas de colores y de rápido consumo, nos hemos dejado por el camino muchas víctimas. Una de ellas , los bibliotecarios. Otros, han vendido realidad, y les ha ido mucho mejor. De hecho, soy de la opinión que ya disfrutábamos del prestigio e influencia social y del reconocimiento comunitario que hoy tanto buscamos, y que en buena medida hemos sido nosotros mismos los que nos lo hemos dejado perder solitos. El peor enemigo del bibliotecario ha sido y es el propio bibliotecario. Hemos sido del todo incapaces de incluir los nuevos roles y las nuevas competencias que han ido apareciendo dentro del refugio de la palabra bibliotecario, una palabra con respeto y consideración.

Es, sin duda, un debate estéril y que nos entierra a todos. He trabajado con diferentes colectivos profesionales, y tengo contactos profesionales de diferentes ámbitos. Todos, absolutamente todos, tienen claro qué son y qué hacen. Con una palabra. Sin perversiones del lenguaje.

Hagámoslo sencillo.

5 comentaris:

  1. Querido Daniel.
    Yo también soy bibliotecaria (con título, aunque eso es lo de menos) que ha visto como compañeros bibliotecarios (sin título, que también debería ser lo de menos) menosprecian la profesión y a todos aquellos que hemos escogido estudiar esta carrera por vocación. Es la propia comunidad bibliotecaria la que se hunde a si misma. Mientras algunos estamos ahí y decimos "¡Oiga, que yo estudié muchísimo y sé de lo que hablo y lo que hago cuando desarrollo mi trabajo!", otros te miran (y te hablan) con cara de "pero si tu carrera no vale nada, para llevar a cabo este trabajo de segunda no hace falta mucho. Creen que es una estupidez nuestra carrera (y por extensión, nuestra profesión, aunque ahí permanecen). A pesar de que haya tenido que explicar a muchos de ellos qué significa, por ejemplo, el factor de impacto, o cómo numerar correctamente las páginas de un manuscrito hebreo. Cosas simples pero básicas que se aprenden cuando de verdad afrontas esta profesión con interés, y no con antigüedad tras llegar por rebote llegando de bedel de un museo, de correos, o de cualquier otra parte.

    En definitiva: es imposible defender hacia afuera una profesión que tiene su peor enemigo dentro de ella.Y no solo por lo de asumir nuevos roles y competencias, y etc etc etc (creo que el que quiere ser/es bibliotecario de verdad eso lo tiene claro), sino por algo muchísimo más básico que es el respeto sincero a la profesión desde la misma profesión.

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  2. No podría estar mas de acuerdo con la opinión de Marta. Y se me vienen a la cabeza multitud de bibliotecas en las que el número de auxiliares (como Marta definía bedeles de un museo, de correos, o de cualquier otra parte que llegan por antigüedad) es mayor al de bibliotecari@s con título que amamos esta profesión, y que además son los que están de cara al usuario.

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  3. Lo de menos son las definiciones, creo yo. En todo caso, no pienso que sea cosa de avergonzarse, y dicho sea de paso, y aunque me gustaría que hubiese algo más de cohesión en nuestro colectivo, siempre me sentiré orgulloso de haber elegido este camino, y peleo y pelearé por realizar este trabajo y seguir aprendiendo cada día cómo hacerlo mejor. Un saludo Daniel ;)

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  4. Hola Elisenda, Marta,

    en el debate no quisiera mezclar temas de intrusismo profesional. Creo que seria un debate diferente al que propongo. Además, creo que la profesión ha crecido mucho gracias a muchos "intrusos" no titulados que ha aportado nuevas miradas y nuevos conocimientos a la profesión, cosa de la que hay que estar agradecidos.

    Yo simplemente comento que en la búsqueda constante de nuevos nombres, nos hemos dejado por el camino el valor de la palabra bibliotecario/a, y del respeto que antaño tenía; y que este respeto nos lo hemos quitado nosotros mismos en un afán de no sé muy bien qué.

    Saludos
    Daniel

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  5. Fernando, las definiciones pienso nos ayudan a clarificar y a ver mejor las cosas. Tener una definición clara y precisa de qué somos nos ayudaría muchísimo... pero en eso estamos. La indefinición crea falta de cohesión, y la cohesión crea debilidad.

    Saludos
    Daniel

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