Estos días en casa estamos cambiando armarios, haciendo lugar para los nuevos recuerdos y nuevas experiencias que viviremos con la acogida del niño saharaui, del Aljumini, y que seguro nos cambiará en positivo y de la que confiamos que todos saldremos ganando. Personalmente, espero aprender de él muchas cosas. Pero vaya, no es de la acogida de lo que quiero hablar aquí y ahora (que por ello ya hay un blog específico), sino de las sensaciones que he tenido haciendo limpieza no sólo de armarios, sino también (especialmente) de documentos y papeles que he ido acumulando con el tiempo (y que acumulo y acumularé, por supuesto ...).
Y pensaba en una cierta ecología de la información personal. Pensaba en que a menudo, o prácticamente siempre, acumulamos papeles, información, datos ... memoria y recuerdos, y lo hacemos siempre en algún formato físico. Todo esto forma parte de nuestra vida, de nuestra historia, y lo necesitamos tocar, oír, ver. Pocas cosas pasan en el territorio mental de nuestro bagaje, a lo que podemos explicar sin necesidad de tener ningún apoyo, con la simple pero poderosa fuerza de nuestra memoria y nuestras vivencias almacenadas en nuestra cabeza. Somos frágiles, fugaces, sabemos de nuestras debilidades en este sentido, y nos protegemos contra el olvido de esta forma: acumulando, en muchos casos sin orden, y en muchos casos, también, seguramente sin necesidad. Estos días pensaba, y me preguntaba, por ejemplo, si hay que guardar documentos ... o si por el contrario, tirarlos, y tener claro y saber a dónde habría que irlos a buscar en caso de necesidad. Obviamente, hay excepciones: no voy a tirar un escritura de un piso, pongamos por caso. Vivimos en un just in case permanente, que hace que nuestra información personal a menudo crezca desordenadamente... ¿Podríamos pasar a un just in time, y tener ciertos documentos sólo cuando nos hagan falta? Creo que esto nos da mucho miedo...
Personalmente estos días he tirado muchas cosas; destruidas. Muchas, muchísimas, eran absolutamente innecesarias; pura propaganda, pobres árboles convertidos en papel. Algunas, las más importantes, quedarán en el recuerdo, o sencillamente, sé que las puedo encontrar en cualquier otro lugar, o ya está fijada en otro documento. Información pasada, reflejo de un tiempo, que no se pierde, sino que se reiventa y renace en otra forma. La información cambia, nosotros cambiamos, y nuestras necesidades informativas también. ¿Por qué guardar, pues, información pasada si ya no se hace ningún uso? Eliminala y creala de nuevo adaptada a tu nueva realidad. No elimino el recuerdo, que perdura y permanece latente, sino que re-crearé su información de una manera más ecológica para mí.
Foto: blogotagothic [Consulta: 14 de junio de 2009]
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