La arquitectura siempre ha sido una de las máximas representaciones físicas y materiales del conocimiento humano. Es y ha sido la visualización ciudadana del saber, de la cultura y de las ciencias, de los avances técnicos y tecnológicos. Y por tanto, la arquitectura también ha sido una gran herramienta educadora y al servicio de la formación. Así lo expresa Werner Oechslin cuando dice "La arquitectura -literalmente un soporte sólida y estable para el saber-siempre ha estado al servicio concreto de este trabajo formativo, en virtud de su capacidad innata para preservar la cultura del recuerdo". Y es que la arquitectura siempre ha tenido la voluntad fundamental de perdurar, incluso podríamos decir de ser eterna. La arquitectura como soporte perdurable, constante y educativo de las capacidades y el saber humanos. Y es en este punto donde la arquitectura y la biblioteca consiguen una unión especial, y casi indisoluble.Y es que la biblioteca, en sus funciones primigenias, acoge y preserva también todo el conocimiento y saber de los hombres, fijado de forma perdurable en libros y otros materiales impresos. Se unen aquí la arquitectura como continente, y la biblioteca como contenido, y ambas con una finalidad última, de la conservar, preservar y perdurar... pero también la de educar. Diríamos que la biblioteca es la arquitectura total, su meta máxima y su perfecto resultado. "Esto conduce a la idea de la biblioteca como una verdadera arquitectura prístina y concreta". La arquitectura y la biblioteca dan así una estabilidad y una forma sólida al conocimiento humano, una forma estable, constante.
Esta forma se ha ido transformando y mejorando durante los siglos, adaptándose a las necesidades específicas de cada sociedad, a las formas de pensar, actuar y entender el mundo concretas de cada momento histórico. Y en estas formas, los edificios y la biblioteca han adoptado diferentes metáforas, diferentes formas de organización del espacio, que respondían a la idea básica de ser un contenedor y un acceso al conocimiento. Las bibliotecas como edificio han sido capaces de dar forma física, representativa e icónica a una idea y a un concepto; los edificios eran en sí mismos una metáfora.
Así, podemos encontrar algunas metáforas que se han ido repitiendo en diferentes bibliotecas: las grandes salas circulares, centrales y geométricamente perfectas, y con una fuerte presencia de libros y que simbolizaban un acceso controlado al conocimiento, ordenado de forma meticulosa y precisa, como encontramos en la Biblioteca Pública de Estocolmo o en la British Library. La forma de abanico y especialmente los patios hundidos para libros, típicos de la arquitectura bibliotecaria de Alvar Aalto, como símbolo de áreas recluidas destinadas al estudio y a la investigación, y con libros excluidos de préstamo. El contenedor central para los libros y el conocimiento, recluido pero al mismo tiempo visible desde la entrada y al que hay que ascender para tener acceso, de la Biblioteca Exeter. El aspecto de templo del saber, con fachadas ciegas y pequeñas ventanas altas por todo el perímetro, que tenían las primeras bibliotecas de la Mancomunidad de Cataluña. O las espirales ascendentes y continuadas de conocimiento, en forma de cinta continua donde se clasifican todos los libros de la biblioteca, presentes en la Biblioteca Pública de Seattle o en la Biblioteca de la Musashino Art University. En todas se repite una misma idea: un acceso, una ascensión hacia el conocimiento y el saber.
Estas metáforas y esta organización espacial tenían todo el sentido en la era Gutemberg, en la era de los documentos impresos. Pero me pregunto si en la era de la biblioteca digital, estas metáforas siguen siendo igualmente válidas. En un momento de fuerte transformación del espacio físico de la biblioteca, e incluso de su reformulación hacia un nuevo concepto totalmente nuevo y creo que aún sin definir, ¿tiene validez todavía una organización física y metafórica basada en el acceso a un conocimiento que hoy en día ya es accesible por otros medios? En la era de la biblioteca digital, los edificios deberán adoptar y desarrollar nuevas metáforas, nuevos símbolos. Por qué de edificios de bibliotecas no tengo ninguna duda de que se seguirán haciendo, pero también tendrán que escenificar y representar físicamente cómo accedemos a la información y al conocimiento digitales en nuestro momento histórico. Esto también es una función de la biblioteca.
FUENTES:
- De la imagen [Consulta: 12 de mayo de 2011]
- Werner Oechslin. "Bibliotecas y Principios: el 'otro' origen de la arquitectura". En: Arquitectura Viva, n. 135 (2010), p. 19
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