09 de gener 2014

La desaparición de la fachada de la biblioteca


 

Ha pasado más de un siglo, y las fachadas de las bibliotecas públicas han experimentado un cambio radical y absoluto; ha sido quizás una de las partes del edificio de la biblioteca que más cambios a sufrido. De las primeras fachadas prácticamente ciegas y con pocas ventanas, se ha pasado a una fachada totalmente abierta y transparente, bien visible desde el exterior. Si bien en esta transformación ha tenido un papel principal el avance de diferentes métodos constructivos, ha jugado también un papel fundamental la democratización y el acceso universal (como mínimo sobre el papel) a la información y al conocimiento para amplios sectores sociales que antes les era del todo inaccesible. La transformación de la fachada de la biblioteca es el ejemplo más paradigmático de este acceso universal al conocimiento; procesos de apertura y universalización que han ido en paralelo. A medida que la fachada de la biblioteca se iba abriendo, también lo hacía el acceso a la cultura, la lectura, la información y el conocimiento. La fachada como metáfora bien visible de la transformación del edificio, pero también como transformación social y ciudadana.

Como decíamos, las bibliotecas de principios del siglo XX tenían un aspecto similar a un templo; bibliotecas aisladas y recluidas en sí mismas, dando la espalda a su alrededor, y que actuaban como conservadoras y protectoras de libros. Y la fachada era la representación más visible y real: gruesos muros, pequeñas ventanas... Nada invitaba a entrar. La fachada era absolutamente impermeable, y con una acción simbólica aisladora. Era claramente visible y presente, y se convertía en una barrera, un muro, una frontera que había que traspasar.

La evolución de los métodos constructivos, y en paralelo, también, del acceso universal al conocimiento, ha incidido de forma decisiva y crítica en la forma y los materiales de la fachada de la biblioteca. Se han abandonado los materiales pesados ​​y contundentes, para adoptar de forma entusiasta nuevos materiales que proporcionan a la fachada de la biblioteca una nueva función y una nueva simbología. La fachada adopta, poco a poco, un aspecto más permeable, más poroso. Deja de ser un pesado muro para convertirse en algo más ligero, más abierto e incluso más transitable. La fachada de la biblioteca es ahora el nexo de unión, el punto de intersección entre el acceso al edificio y su alrededor. En este tránsito ha tenido un papel principal la utilización del cristal, material que ha dado un nuevo aire a la fachada de la biblioteca. El cristal ha permitido mostrar al exterior lo que ocurría en el interior de la biblioteca. Ha enseñado sus salas, sus usuarios y todo lo que tenía lugar en ella. El cristal en la fachada ha expuesto la biblioteca a los ciudadanos, y los ciudadanos a la biblioteca. El cristal, además de ser un facilitador funcional, ha sido también un facilitador y un amplificador visual, ya que ha permitido también que hubiera una continuidad visual exterior-interior, y con reciprocidad. Pese crear límites, el cristal es un elemento mucho más amable, más cercano, es capaz de crear incluso no-fachadas: a pesar de funcionar como un cierre, permite una relación sensorial y sensitiva con el entorno. El cristal, sin embargo, sigue delimitando el edificio de la biblioteca. Lo hace más accesible y más integrador, pero sigue siendo un pequeño punto de unión con un exterior.

El siguiente paso, quizás, sea la desaparición de la fachada de la biblioteca. De los gruesos muros, se ha pasado al cristal, y del cristal se pasará a... Cuando esto ocurra, la biblioteca se mimetitzará con la ciudad, y se integrará de la mejor forma posible: de forma transparente para el ciudadano. ¿Quizás éste paso sea la último necesario para el definitivo desarrollo de las smart cities? Creo que caminamos hacia la desaparición de los límites del edificio de la biblioteca, y la fachada es el principal límite, la principal frontera física, de la biblioteca. Habrá que encontrar las herramientas y los mecanismos para hacerlo. Quizás la disgregación de la biblioteca en pequeñas unidades mimetizadas en el entorno urbano sea un camino. Pero habrá que encontrar los mecanismos adecuados para hacer los edificios de las bibliotecas (que aún seguirán siendo imprescindibles), también puedan perder estas fronteras.

4 comentaris:

  1. No es tanto una desaparación física de fachadas o paredes, pero esto de abrir sin empleados, facilitando el acceso a documentos y servicios (wifi, ordenadores) a "deshoras" también se puede entender en el sentido de abolir fachadas, paredes, límites...
    http://www.irishtimes.com/news/consumer/self-service-libraries-to-allow-night-time-checkouts-1.1640032

    ResponElimina
  2. Si, Pedro, tienes también razón: la fachada es sólo la metáfora, en tanto que el límite físico más evidente i palpable que hay: lo que se explica en el enlace, el self-service" también va en ese sentido de abolir "paredes horarias"

    ResponElimina
  3. […] Se ha pasado en menos de un siglo, de fachadas ciegas e imponentes a fachadas ligeras, livianas, a prácticamente su desaparición visual. Se ha creado un continuo visual entre el interior y el exterior, dejando desprovistas a las […]

    ResponElimina

L’Espluga de Francolí: l’antic hospital medieval acull la biblioteca municipal

Després de set mesos i mig d’obres, a càrrec de l’arquitecte Ricardo Saúl Sánchez Obaya, el passat 19 d’octubre va tenir lloc la inauguració...