El cambio de paradigma que estamos viviendo actualmente en las bibliotecas, y el camino hacia la biblioteca digital, nos lleva inevitablemente al cambio de muchos aspectos de nuestra realidad más cercana, profesional y diaria. No sólo hay cambios en los edificios, y en la parte constructiva de las bibliotecas, sino que estos cambios se visualizan también en su interior, tanto por lo que respecta al mobiliario y el diseño interior de las mismas, así como en las funciones y en los usos que acogen y se desarrollan en las bibliotecas. Y éste es el caso de los espacios de la lectura, sin duda uno de los núcleos de las bibliotecas actuales. Una desaparición parelela a la desaparición progresiva del libro en el paisaje de las bibliotecas.
Así lo entiende María Luisa López-Vidriero cuando comenta:
La desaparición del libro como forma es paralela a otras que se están produciendo en la cultura escrita. No es una sustición tecnológica, es una expresión del cambio profundo en el entendimiento del conocimiento, de la autoría y, evidentemente, de la lectura y de la escritura. La ‘e-biblioteca’ expresará esa transformación sociológica y responderá a esa modernidad líquida para la que la flexibilidad y la capacidad de modificación son valores determinantes y propios.
Y es que la biblioteca y los espacios de la lectura mantenían una relación que iba más allá de lo puramente instrumental o material, y recorría espacios sensoriales y sentimentales, como la vista de todos los volúmenes, el olfato y el olor del papel, el tacto en contacto con las páginas... Y además, durante años se ha desarrollado una enorme variedad de mobiliario específico para la lectura. Un mobiliario que mantenía una estrecha relación con la arquitectura ya desde sus inicios. “Juan de Herrera esbozó, detrás de las librerías de El Escorial, los dibujos de esos muebles para ajustar su colocación y asegurarse ese resultado único y armónico con la arquitectura de una sala que es un programa epistemológico. El diseño interior de las bibliotecas emblemáticas forma parte de la expresión misma del edificio”. Y es que el edificio y su mobiliario mantenían y mantienen una relación especial; el uno no se entiende sin el otro, y el otro no se entiende sin el uno. Forman un todo, un conjunto, unido en la mayoría de los casos a una función primordial, la de la lectura. Ahora, con la irrupción ya definitiva y permanente, sin freno, del edificio de la biblioteca digital, esta relación íntima se tambalea. El mobiliario, pero también los sentimientos y las sensaciones que experimentan en la lectura en papel, se encuentran en peligro. El mobiliario de lectura de la biblioteca está obsoleto, y asistimos a una progresiva redefinición del mismo, para adaptarlo a las nuevas necesidades de lectura. Los nuevos dispositivos de lectura no requieren de ningún mobiliario específicos por sí mismos. Pero sin duda, se tendrá que pensar y crear un nuevo mobiliario físico para los edificios de las bibliotecas que nos ayude en la aproximación, la captación y la lectura de toda la información digital.
Y concloye López-Vidriero: “De momento, asistimos a la transformación tecnológica de las bibliotecas, que ya las ha modificado en elementos consustanciales: los ficheros, las fichas, las papeletas de solicitud, las máquinas fotocopiadoras y nos ha familiarizado con los ordenadores y con los pen drives en los que nos llevamos los documentos y las imágenes. También los cambios sociales han modificado su concepción arquitectónica, los materiales se han ido simplificando, haciéndose transparentes, las bibliotecas se han abierto y han dulcificado sus barreras para presentarse como edificios atractivos y amigos (…) Pero esto es modificación, adaptación; todavía no hemos llegado a una nueva propuesta arquitectónica acorde a esa nueva realidad”. Discrepo en parte: de acuerdo que estamos viviendo un momento de cambio, una etapa de transición sin unas directrices claras, pero no obstante esto, ya tenemos algunos ejemplos que nos dan pistas sobre cómo diseñar las bibliotecas del futuro, como por ejemplo la nueva Biblioteca de la UTSA en San Antonio. Ahora sólo tenemos que continuar trabajando.
FUENTES:
- De la imagen [Consulta: 18 de mayo de 2011]
- María Luisa López-Vidriero. “La soledad de la lectura: el espacio sensible de la lectura”. En: Arquitectura Viva, n. 135 (2010), p. 20-21
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