09 de desembre 2010

Flexibilidad: técnica, arquitectura y biblioteca en la sociedad red.Hacia un nuevo tipo?

La asistencia a las jornadas "Los futuros de la biblioteca pública" y la elaboración de algunos posts en este blog (1, 2 y 3), me ha llevado a escribir estas reflexiones a partir de lo que allí se comentó.

A lo largo de los años de práctica profesional he tenido la impresión de que la arquitectura de la biblioteca es muy determinante, a menudo demasiado, para el servicio que este equipamiento quiere ofrecer. Esta es la percepción que me transmiten muchos bibliotecarios, y no es contradictoria con la visión de muchos arquitectos sobre la arquitectura.

Sabemos que la fuerza de la arquitectura radica en que permite la visualización, la materialización, del poder de cualquier institución y también en su voluntad de permanencia: perpetúa a lo largo del tiempo la existencia de este poder. Esto ha sido así desde el inicio de la historia: los de los monumentos funerarios prehistóricos hasta las sedes de las grandes corporaciones multinacionales actuales, pasando por los templos griegos, los monasterios medievales, la plaza de San Pedro del Vaticano, el bueno de Versalles o los ayuntamientos democráticos actuales, por ejemplo. Y eso es bueno que sea así también para las bibliotecas, del mismo modo que lo es también para los museos, por poner otro caso (el Guggenheim de Bilbao es el mejor ejemplo). Aun asi, desgraciadamente a veces sospecho que el principal argumento para la construcción de edificios de biblioteca es la visualización del poder de las instituciones democráticas, por encima del anhelo de generar espacios abiertos de democratización de la información y del conocimiento. De manera que se puede comprender que, a veces, el peso específico de la arquitectura pase por delante de la voluntad de servicio, desgraciadamente.

Dicho esto, durante las jornadas vimos como el contexto de la sociedad red implican transformaciones profundas y muy rápidas en el rol que debe asumir de la biblioteca pública en su entorno. Pierde relevancia el libro tradicional, en papel, y gana la información sobre soportes digitales. Lo importante son las personas y la relación entre ellas, por encima de la colección. Se debe potenciar el acceso a la información, al conocimiento y la creatividad, por encima del contenido de información en sí. La biblioteca deja de ser exclusivamente un lugar de silencio, estudio y trabajo para pasar a ser un tercer sitio, dinámico, donde se produce la serendipity, la casualidad, la anécdota, la sorpresa ... Etcétera. Estos cambios se están produciendo a un ritmo acelerado, muy recientemente (no mucho más allá de la última década), y probablemente se acelerarán en el futuro. La sociedad red es la sociedad del cambio constante. Las estructuras en red son precisamente eso, adaptabilidad máxima a partir del cambio constante (a diferencia de los estructuras burocráticas jerárquicas, por ejemplo). Lo explica magistralmente Manuel Castells en "La sociedad red: una visión global", donde dice "La fuerza de las redes radica en su flexibilidad, adaptabilidad y capacidad de auto-reconfiguración" (capítulo 1).

Hay, por tanto, una contradicción entre la necesidad de cambio constante y la forma arquitectónica estable. Precisamente decía más arriba que la fuerza de la arquitectura es precisamente la inmobilidad, su pretensión de eternidad. Cuando un arquitecto dibuja una línea en un plano es muy consciente de que aquello, que quizás se convertirá en una pared, quedará allí eternamente o durante mucho tiempo. Es una responsabilidad importante, y normalmente se lo piensa dos veces antes de hacerlo. Es posible que eso esté allí 100 años, o más! "Dios lo ve" dice Oscar Tusquets en este sentido.

Comprobamos en estas jornadas, una vez más, que los bibliotecarios nos piden insistentemente a los arquitectos que las bibliotecas deben ser flexibles (que no haya cables a la vista, que puedan poner los ordenadores donde quieran ...). No se trata, en absoluto de una cuestión trivial: la falta de flexibilidad tiene implicaciones muy importantes en la puesta en marcha de los servicio bibliotecario y a menudo limita enormemente las potencialidades. La arquitectura se impone al servicio, como decía al principio. La resolución del problema no es una cuestión puramente técnica, sino que tiene implicaciones mucho más profundas, como explicaré más abajo.

Desde el punto de vista arquitectónico, el choque entre la necesidad de cambio (debido a la rápida obsolescencia de la tecnología) y la forma arquitectónica, estable, no es nuevo de ahora: ya durante las sociedades industriales, a lo largo del todo el siglo XX, la arquitectura había explorado soluciones para satisfacer las exigencias de cambio e integración tecnológica. Desde Buckminster Fuller o las arquitecturas utópicas de Archigram (con arquitecturas móviles ...) hasta la arquitectura High-Tech, por ejemplo. Pienso que el tipo arquitectónico que sintetizó mejor el espíritu de la era industrial y post-industrial fue la oficina paisaje, ampliamente extendido para resolver los grandes edificios en altura. Este tipo resuelve perfectamente la compatibilidad entre una arquitectura con una forma estable y una flexibilidad interior máxima. Los arquitectos Ábalos y Herreros analizan el la evolución de esta tipología, en relación con la técnica, en el libro "Técnica y arquitectura en la ciudad contemporánea", y explican cómo a través del uso del suelo técnico es posible esta integración entre incorporación tecnológica y flexibilidad espacial (véase el capítulo IV, "Implicaciones constructivas de la mecanización del ambiente").

De los edificios que analizan estos autores no puedo evitar referirme, como hice en las jornadas, el Centro Beauburg de París, de Piano y Rogers, y como uno de los máximos exponentes que resuelve todas las exigencias de flexibilidad e integración tecnológica de que hablamos. Dicen Ábalos y Herreros que es el "primer edificio entendido como una celebración pública del advenimiento de la informática", y que muestra de forma paradigmática como la solución de la oficina paisaje se hace extensiva a otras tipologías, como es la de un edificio cultural.

Por lo tanto, el problema técnico de la flexibilidad queda resuelto, en principio, con el suelo técnico. Pero, tal y como explican estos autores, la evolución de una tipología arquitectónica es fruto de la conjunción de muchos otros factores de todo tipo, desde aspectos constructivos y ambientales (como la resolución de la luz natural, el tratamiento climático del aire, la solución alumbrado artificial y otros aspectos), hasta cuestiones formales. La transformación de la tipología arquitectónica es, pues, un proceso continuo, progresivo, que depende de múltiples factores.

Por eso decía que el tema de la flexibilidad tiene implicaciones más profundas: porque no se trata sólo de un problema técnico o constructivo, sino que afecta a la definición de la tipología de edificio que debe albergar un nuevo tipo de equipamiento . Por lo tanto, me parece que el tema de la flexibilidad es sólo la punta del iceberg: es la manifestación de que la tipología de biblioteca con la que trabajamos es obsoleta, responde a otro tiempo, el tiempo de la sociedad industrial. La imagen de la biblioteca que los arquitectos tienen en la cabeza cuando proyectan a menudo corresponde a un modelo que no se ajusta a las necesidades de la sociedad red. Todos, bibliotecarios y arquitectos, abordamos el proceso de proyecto sin tener muy claro lo que queremos, hacia dónde vamos, porque no tenemos un tipo claro que responda al nuevo paradigma. Sólo nos podemos imaginar lo que hemos hecho hasta ahora, pero que ya no nos sirve. La evolución de las tipologías arquitectónicas a lo largo de la historia se ha producido de forma continua, de modo que cada sociedad ha encontrado la forma que se ha ajustado a sus necesidades, al igual que cada uno de nosotros se viste de acuerdo con su identidad.

Como deberán vestir las bibliotecas a partir de ahora? Hay algunos indicios de hacia dónde podemos encontrar vías de solución. Algunas se mencionaron en las jornadas, y también se ha hablado de ellas anteriormente en este blog. Teceros lugares, espacios de relación, biblioteca sin libros, integración de la tecnología, learning spaces, espacios para la creatividad, etcétera. Pero hay todavía muy pocas realizaciones materiales concretas que nos permitan hablar de una nueva tipología. Me parece que el ejemplo actual más paradigmático de un nuevo planteamiento es la biblioteca de Seattle, de Rem Koolhas, por razones que ahora no puedo explicar (y que me gustaria exponer pronto en otro post). También lo son, por uno u otro aspecto, la Mediateca de Sendai, de Toyo Ito, la OBA de Amsterdam (ver vídeo enlace!), el DOK de Delft, los proyectos de la Mediaspace, de Aarhus, de la biblioteca central de Helsinki, u otros que hemos visto durante las jornadas.

Como conclusión diría que el mérito de las jornadas estuvo en ilustrar el camino, generar una visión de hacia dónde debemos ir en el futuro, siendo conscientes de que la tipología de la mayoría de proyectos que están en marcha en nuestro país (centrada en la colección, las mesas de lectura formal, los grandes mostradores, etcétera) responde a un modelo obsoleto, propio de la sociedad de hace décadas, que es tanto como decir de otra era, previa a la era de la información. Sabemos que tenemos que cambiar este modelo, tenemos pistas de cómo hacerlo. Ahora sólo hace falta que tengamos la ambición y la valentía necesarios para poner en práctica. Tenemos una gran oportunidad en el proyecto de la Biblioteca Central Urbana de mi ciudad, Barcelona. No nos podemos permitir equivocarnos.

1 comentari:

  1. [...] salir de la crisis. Alargar los tiempos sólo crea equipamientos obsoletos ya desde un principio, poco flexibles y condenados al fracaso. La Biblioteconomía y la Documentación es un sector poco o nada [...]

    ResponElimina

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