Soy un firme partidario de la digitalización de contenidos y de fondos bibliotecarios, es el camino a seguir: especialmente por todas las ventajas que conlleva en cuanto a accesibilidad, difusión y consulta de los fondos (otro tema para otro artículo, son los problemas derivados de la conservación). Sin embargo, es imparable. Me veo, en un futuro no demasiado lejano, atendiendo a mis usuarios de forma virtual, mediante tecnologías de videoconferencia, desde casa mismo, con el pijama puesto, por ejemplo. Es la biblioteca ubicua, una biblioteca extendida por todas partes, flexible y adaptable a las necesidades y requerimientos de los usuarios; presente las 24h ... y por lo tanto, nosotros, los bibliotecarios, también deberíamos estar presentes las 24 horas, claro. Retos, obligaciones... ¿o supervivencia? ¿O es quizás una de nuestras respuestas ante el actual contexto de fuerte crisis económica? Habrá que, obviamente, repensar todas nuestras estructuras organizativas, sociales y profesionales, para adaptarlas a este nuevo futuro que ya está presente, y dar soluciones reales.
Sin embargo, hay algo que me resulta al menos curioso: al mismo tiempo que se está avanzando en la digitalización, vivimos también un momento de gran expansión en la construcción de nuevas bibliotecas. Si, de edificios, de bibliotecas en el sentido físico de la palabra. Resulta contradictorio? Creo que no ... En todo caso, ambas estrategias creo que son complementarias y van encaminadas a dar respuestas, soluciones, en un tiempo en que hace falta trazar líneas de futuro creíbles y válidas. En eso, en dar respuestas, los bibliotecarios somos unos expertos, y desde hace tiempo. Ahora, quizás, esta necesidad es mayor. Y las bibliotecas, los edificios, son y han convertido el edificio público, social y ciudadano de referencia. Ya lo éramos, y lo venían reclamando desde la profesión con insistencia. Pero ahora, con los tiempos de corren, cuando es más necesaria ahora más que nunca una vuelta a los valores sociales, de comunidad, de trabajo conjunto, de sentirse parte de algo, la Biblioteca se convierte en el principal paradigma de estos valores ciudadanos, y que nos reconfortan en tiempos malos. La Biblioteca también como elemento terapéutico, y también como elemento con una cierta ubicuidad, entendida aquí como punto donde confluyen todos los valores de la ciudad. En un momento como el actual, de descrédito, de cansancio y de necesidad de cambio en todos los ámbitos (político y económico especialmente), la Biblioteca se convierte en el catalizador de estas modificaciones, es el elemento vehiculador de todos estos procesos. La vanguardia. Y hay, pues, construir bibliotecas con esta finalidad: espacios de la ciudad y los habitantes; lugares multidisciplinares y polivalentes; zonas de expresión abierta, dinámica y crítica; ambientes que nos higienizar de nuestro entorno y nos hagan creer en un futuro mejor.
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